El impacto del cambio climático en la salud es cada vez más evidente a nivel mundial, con temperaturas más altas y fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor e inundaciones repentinas causando directamente enfermedades y muertes. A pesar de que la ciencia indica que aún es posible construir un futuro más saludable, el panorama actual es sombrío y los efectos del calentamiento global causado por el ser humano comienzan a ser irreversibles. En 2023, se registraron récords de calor en todos los continentes, con un aumento en las muertes relacionadas con el calor y un incremento en la inseguridad alimentaria a nivel global.

Los cambios en los patrones climáticos están acelerando la propagación de enfermedades infecciosas potencialmente mortales, mientras que las pérdidas económicas anuales relacionadas con el clima alcanzan cifras astronómicas. Durante la COP28, en Dubai, la salud fue incluida por primera vez en la agenda de la cumbre anual de la ONU sobre el clima, marcando un hito crucial para la intersección entre clima y salud a nivel mundial.

El propósito fue aumentar la visibilidad de estos impactos y movilizar fondos para una acción efectiva que permita a los países prepararse y responder de manera adecuada. Temas clave como las conexiones entre clima y salud, los beneficios de reducir emisiones y las estrategias para fortalecer sistemas de salud resilientes al clima fueron abordados. Incluso, más de 120 países firmaron la Declaración de los Emiratos Árabes Unidos sobre Clima y Salud, con el objetivo de recabar apoyos, impulsar acciones concretas y movilizar recursos para mejorar la resiliencia de los sistemas sanitarios frente a los desafíos climáticos.

Estos esfuerzos reflejan un compromiso creciente a nivel internacional para enfrentar los impactos del cambio climático en la salud pública y trabajar hacia un futuro más sostenible y saludable para todos. En el transcurso del 2023 y lo que va del 2024, se han logrado avances significativos para abordar esta intersección, pero aún falta plasmar políticas públicas y que la salud continúe en las negociaciones internacionales sobre el clima, la biodiversidad y la economía.

Conversé con Rachel Huxley (Reino Unido), jefa de Mitigación para el Clima y la Salud en Wellcome Trust, donde lidera el programa de investigación para apoyar la ciencia y la generación de evidencia de los beneficios colaterales de la mitigación para la salud con el fin de impulsar políticas y acciones bajas en carbono y positivas para el sector sanitario. La especialista enfatiza la importancia de integrar la salud pública en las políticas de mitigación del cambio climático. En su opinión, abordar el cambio climático mediante políticas de baja emisión de carbono puede tener beneficios directos en la salud pública.

¿Cómo ayudan las estrategias de mitigación climática a reducir los impactos del cambio climático en la salud?

El cambio climático es una de las mayores amenazas a la salud mundial del siglo XXI. Pero las estrategias de mitigación sólidas, respaldadas por la ciencia, pueden ayudar a evitar los peores efectos del cambio climático en nuestra salud y, en muchos casos, existen beneficios adicionales para la salud.

Hay muchos ejemplos de cómo podemos lograr beneficios climáticos y de salud juntos: mejorar los sistemas de transporte, vivienda y energía y cambiar a combustibles limpios puede ayudar a reducir el riesgo de enfermedades relacionadas con la contaminación del aire y reducir los millones de muertes en todo el mundo que resultan de contaminación del aire interior y exterior. Tenemos las herramientas para responder a la crisis climática y cuanto antes lo hagamos, mayores serán nuestras posibilidades de proteger la salud y el bienestar.

Es vital que la salud esté en la agenda climática, y por primera vez fue en la COP28, donde hubo más de 100 eventos sobre este tema. ¿Cuál es tu valoración de esta COP desde el punto de vista de la salud?

El primer Día de la Salud fue un gran éxito y colocó la salud firmemente en la agenda de la COP. Esto es de vital importancia ya que reconoce que la crisis climática es una crisis de salud. Todos nos vemos afectados por el cambio climático: la gente ya está sintiendo su impacto en la salud. Las comunidades más afectadas deben tener los recursos que necesitan (incluidas pruebas de investigación) para protegerse de esta crisis de salud sin precedentes.

En América del Sur, el número de muertes de ancianos relacionadas con el calor ha aumentado continuamente en casi todos los países y, en promedio, durante los últimos 10 años, los niños menores de un año estuvieron expuestos a 2,35 millones de días-persona más de olas de calor cada año.

En Wellcome sabemos que actuar sobre el clima tiene enormes beneficios para la salud física y mental. Además, evidenciar estos beneficios para la salud puede ayudar a desbloquear el apoyo a la acción climática. La buena salud es esencial para que la sociedad funcione y florezca. La gente se preocupa por la salud: la nuestra, la salud de amigos y familiares, la salud de las comunidades.

Debemos utilizar la evidencia de la investigación en salud para prevenir y adaptarnos al cambio climático de maneras que protejan e incluso mejoren la salud. El cambio que necesitamos ahora es que la política climática también sea priorizada como una cuestión de salud y que la salud se tenga en cuenta en las acciones climáticas. Ayudar a las personas a comprender cómo se puede proteger y mejorar su salud y la de sus seres queridos mediante la acción climática ayudará a impulsar la acción por parte de gobiernos, empresas e individuos. La investigación sanitaria garantiza que tengamos una imagen completa del problema y nos orienta hacia soluciones cruciales.

La COP28 terminó con un documento que pasó por varios borradores, algunos inaceptables, otros mejorados. ¿Lo acordado permitirá tomar medidas urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y generar beneficios para la salud?

La COP28 representa un avance, que por primera vez se haga referencia a los combustibles fósiles es un momento crítico en la lucha climática. Sin embargo, la ciencia es clara en que debemos ir más lejos y más rápido para prevenir un cambio climático catastrófico y los consiguientes impactos devastadores en la salud humana. El documento nos brinda una buena plataforma, ahora debemos convertir eso en acción y hay que seguir impulsando compromisos y políticas climáticas más ambiciosas a corto plazo.

Se necesita urgentemente una rápida reducción global de las emisiones de gases de efecto invernadero y una transición a energías limpias para el clima, la salud y la economía. La quema de combustibles fósiles para producir energía es la mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial y, por lo tanto, es uno de los impulsores más importantes de los impactos en la salud relacionados con el clima.

La extracción y combustión de combustibles fósiles también son una fuente importante de enfermedades respiratorias: las mejoras en la calidad del aire obtenidas por sí solas gracias a la eliminación progresiva de los combustibles fósiles salvarían 5,1 millones de vidas al año. Además, reducir las emisiones de metano en un 45% evitaría 255.000 muertes prematuras, 73.000 millones de horas de trabajo perdidas debido al calor extremo y 775.000 visitas al hospital relacionadas con el asma cada año, en todo el mundo.

Desde una perspectiva económica, la transformación global hacia energías limpias se amortizaría sola mediante una reducción de energía en tan solo seis años, como lo ejemplifica la Ley de Aire Limpio [Clean Air Act, ley federal estadounidense, aprobada en 1970 para prevenir la contaminación del aire y con ello proteger la capa de ozono y promover la salud pública], cuya implementación costó US$65 mil millones y ahorró US$2 mil millones en costos evitados.

Por otro lado, un informe de The Health and Environment Alliance (HEAL) muestra cómo los subsidios a los combustibles fósiles apoyan una industria que causa muertes prematuras, mala salud y enormes costos de salud en todo el mundo, en marcado contraste con el Acuerdo de París. Los gobiernos del G20 pagaron US$444 mil millones en subsidios a las empresas de combustibles fósiles en 2014, pero el uso de combustibles fósiles generó costos de salud estimados en al menos seis veces esta cantidad: US$2,76 mil millones.

Esta COP tenía el potencial de salvar vidas al acelerar el abandono de los combustibles fósiles, ¿la política y los negocios no van de la mano de la evidencia científica?

¡Sí! Se necesitan pruebas para identificar los problemas y las soluciones a los que nos enfrentamos. Pero la evidencia por sí sola no resolverá la crisis climática y sanitaria. Necesitamos traducir la evidencia en políticas sólidas, obtener aceptación política y crear el entorno adecuado para negocios verdaderamente sostenibles. Y también necesitamos el tipo adecuado de evidencia que llegue a las partes interesadas y a los tomadores de decisiones.

Por ejemplo, mostrando que proteger la salud del cambio climático trae beneficios económicos. Estamos acostumbrados a pensar en la crisis climática en términos de proteger y beneficiar nuestras economías. La salud y los sistemas sanitarios resilientes son esenciales para el crecimiento sostenible. Tener en cuenta los avances en salud y la reducción de los costos futuros de atención médica para la sociedad respalda el argumento a favor de una acción climática más audaz y urgente. La mala salud causada por el cambio climático ya está socavando la productividad y suponiendo una carga costosa para los sistemas de salud. Esto sólo empeorará si no se toman medidas suficientes.

En 2020, se perdieron 295 mil millones de horas de trabajo potencial en todo el mundo debido a la exposición al calor extremo. En América del Sur, la posible pérdida de ingresos asociada a la reducción de la productividad laboral relacionada con el calor en 2021 fue de US$22 mil millones, siendo los sectores construcción y agricultura los más gravemente afectados.

A nivel mundial, se proyecta que el costo de las condiciones de salud mental debido a los peligros relacionados con el clima, la contaminación del aire y el acceso inadecuado a espacios verdes alcanzará casi US$47 mil millones por año para 2030. La política climática centrada en los resultados de salud tendrá un impacto directo y positivo en la productividad y la economía, y beneficiará a quienes son más afectados por la crisis climática.

Por otro lado, en Dubai también hubo una declaración sobre el clima y la salud. Se anunciaron millones de dólares en apoyo financiero al sector, eso es un logro significativo, pero la declaración no menciona los combustibles fósiles.

El Día de la Salud y la declaración sobre el clima y la salud son un momento crítico para los esfuerzos climáticos globales. El reconocimiento de que la crisis climática es una crisis de salud es un primer paso vital. Ahora debemos continuar el viaje, aprovechando el increíble impulso adquirido en la COP28 y trabajando juntos para poner la salud en el centro de la política climática. Necesitamos convertir este impulso en acción.

En Wellcome continuaremos apoyando la generación y el uso de investigaciones en salud para prevenir y adaptarnos al cambio climático de maneras que protejan la salud e incluso la mejoren a largo plazo. Como principal financiador de investigaciones sobre salud, planeamos invertir alrededor de US$ 120 millones solo este año en apoyo a la ciencia para comprender y abordar la crisis de salud del cambio climático, especialmente para fortalecer acciones que beneficien a las personas y comunidades más afectadas.

Específicamente en lo que respecta a los combustibles fósiles, esperamos ver un reconocimiento cada vez mayor de los beneficios económicos y para la salud de una transición equitativa y rápida para abandonar los combustibles fósiles. La mayoría de las emisiones provienen de combustibles fósiles, e investigaciones recientes evidencian el impacto en la salud con más de 5 millones de muertes al año solo por la contaminación del aire asociada con los combustibles fósiles. Por lo tanto, sabemos que para abordar la crisis climática y sanitaria debemos hacer una rápida transición de los combustibles fósiles a la energía limpia.

Actualización: Durante la COP28 123 países firmaron la Declaración de los EAU sobre el Clima y la Salud. Posteriormente otros se fueron sumando y a julio de 2024 suman 151:Albania, Andorra, Angola, Antigua y Barbuda, Argentina, Armenia, Australia, Austria, Azerbaiyán, Bahamas, Bangladesh, Barbados, Bélgica, Bhután, Brasil, Brunei, Bulgaria, Burkina Faso, Burundi, Cabo Verde, Camboya, Canadá, Chad, Chile, China, Colombia, Comoras, Islas Cook, Costa Rica, Costa de Marfil, Croacia, Cuba, Chipre, República Checa, Dinamarca, República Dominicana, Ecuador, Egipto, El Salvador, Guinea Ecuatorial, Estonia, Etiopía, Unión Europea, Fiji, Finlandia, Francia, Gabón, Gambia, Alemania, Ghana, Grecia, Guatemala, Guinea, Hungría, Islandia, Indonesia, Irán, Iraq, Irlanda, Israel, Italia, Jamaica, Japón, Jordania, Kazajistán, Kenia, Kiribati, Kuwait, Kirguistán, Laos, Letonia, Líbano, Lesotho, Liberia, Lituania, Luxemburgo, Madagascar, Malawi, Malasia, Maldivas, Malí, Malta, Mauritania, Mauricio, México, Micronesia, Moldavia, Mónaco, Mongolia, Montenegro, Marruecos, Mozambique, Myanmar, Nauru, Nepal, Países Bajos, Nueva Zelanda, Nicaragua, Nigeria, Niue, Macedonia del Norte, Noruega, Omán, Pakistán, Palau, Panamá, Papúa Nueva Guinea, Paraguay, Perú, Filipinas, Polonia, Portugal, Qatar, Rumania, Ruanda, San Cristóbal y Nevis, Samoa, San Marino, San Vicente y las Granadinas, Santo Tomé y Príncipe, Senegal, Serbia, Seychelles, Sierra Leona, Eslovaquia, Eslovenia, Somalia, Corea del Sur, Sudán del Sur, España, Suecia, Suiza, Siria, Tayikistán, Túnez, Turquía, Turkmenistán, Tuvalu, Uganda, Ucrania, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido, Tanzania, Estados Unidos, Uruguay, Vanuatu, Venezuela, Vietnam, Yemen, Zambia, Zimbabwe.